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MUCBE

Exposición 'Tornar a l'ànima' de Lluís Ribas

Exposición: «Tornar a l'ànima»

LLUÍS RIBAS (con textos de Marta Pessarrodona)

Del 20 de enero al 26 de marzo de 2023

Lugar: Mucbe

Organiza: Concejalía de Cultura.

El próximoviernes 20 de enero, a las 12.00h., tendrá lugar la inauguración de la exposición 'Tornar a l'ànima'del reconocido artista LluísRibas. La muestra se podrá visitar hastael día 26 de marzo de 2023.

Catálogo de la exposición

Lluís Ribas: Intento de retrato

También podría ser, en cuanto al título de este texto, "retratar al retratista", aunque sería limitado. Porque de las muchas series pictóricas que acumula Lluís Ribas, también tendríamos el paisajista, el de la luz exterior a la manera de Sorolla, el experto en grisalla a la sombra del maestro Alumà y, seguramente, muchas otras vertientes pictóricas, sin olvidar el dibujo y la fotografía. Tantas que, con más de cuarenta años de carrera, estas palabras acompañarán la serie -Volver al alma- que, de momento, no sé cómo calificar. Seguramente, no es necesario, calificarla. No hay duda, sin embargo, que la culpa es totalmente mía, no suya. No hay duda de que, en artes plásticas, si un defecto tiene Lluís Ribas es que puede hacerlo todo o casi todo y bien. Queda dicho.

Preguntado, con respecto a este, hasta el presente, último tramo en su carrera, Volver al alma, es explícito. Él lo explica cobijándose en una frase de Picasso: "Yo no busco, encuentro", confesando que es una frase con la que se ha pasado un montón de años en desacuerdo. Dejémoslo así, pues, con dudas, porque me es difícil imaginar un día en su vida sin dibujar, pintar o, sencillamente, pensar, y cuando le pregunto, concretamente para esta serie mencionada, si tiene algo que ver su muy joven dedicación y trabajo en el mundo del cómic, de cuando lo llamábamos "tebeo", no rehúye: la pregunta, no obstante, me recuerda que también la fotografía -una afición y dedicación profesional suya- puede tener que ver. En el caso de la fotografía, Ribas, con unos dieciocho años, fue el primero que hizo un reportaje en Ibiza sobre la moda Adlib, que se divulgó por todo el mundo. Por lo menos, por el occidental. Un reportaje que, en un principio, hizo que viajara ya a Ibiza con dos modelos, una de las cuales resultó completamente fuera de lugar y la reemplazó por una cajera del canódromo ibicenco. Cajera de belleza notable a quien el book que Ribas le hizo y regaló al finalizar el reportaje supuso su lanzamiento como modelo profesional.

De esta vertiente de fotógrafo hay una anécdota curiosa relacionada con un gran artista tan idiosincrásico como fue el figuerense internacional Salvador Dalí. Por tierras del Principado, la incipiente carrera fotográfica de Ribas pasó por Port Lligat. Ribas era un joven de veinte y pocos años. Armado con dos cámaras, una de las cuales era una mítica Hasselblad, procedió al reportaje del pintor. Sin embargo no estaban solos. Estaba también, a cierta distancia, la mujer del pintor, Gala, acompañada por un jovencito. Gala y el jovencito (a quien Gala con el tiempo compró un piso en Nueva York, por cierto) no paraban de hacerse mimos ... ¿Qué fotógrafo podría resistirse a aquella tentación? En resumen: con la Hasselblad entre las piernas, Ribas disparó repetidamente, pero la pérfida máquina a cada imagen hacía un cierto ruido. ¿Tragedia o sainete?

No sé si acariciando su bigote, aquel "Avida Dollars" (según André Breton) se le encaró diciéndole, más o menos: "Joven, usted y yo tenemos un problema. O me da el carrete y nos olvidamos, o lo saco a patadas de aquí ". Naturalmente, Ribas abrió (y veló) el carrete y se lo entregó. El reportaje siguió, como si nada hubiera pasado, con su sesión fotográfica. La ortodoxa, naturalmente.

Una anécdota que hace que le salga una frase rotunda: "Me defino como chafardero de la vida!" Son sus palabras y no sólo explicando esta jugosa anécdota. Repasando histórica y brevemente su vida, cuando niño, en su pueblo, El Masnou, compraba en comandita un tebeo y lo copiaba de arriba abajo y después lo vendía. "Ya imaginarás el gran negocio que hacíamos!", dice. Añade que después de este ejercicio también fue a clases de pintura con el maestro José Mª Martinez con quien comenzó a pintar al natural. Después de esto se dedicó a pintar las proas de las barcas y no sólo la de su padre pescador, sino también las de los colegas paternos. Podemos imaginarnos sirenas y delfines y otras imágenes marineras o podemos visualizar una incipiente profesionalidad, porque, por si fuera poco, ya ensanchó el mercado, no pintó tan sólo barcas del Masnou ¡sino también de Mataró! Un signo claro de no querer ser tan sólo un pintor de fin de semana, un aficionado, en definitiva, por más que históricamente tenemos amateurs ilustres: Winston Churchill, por ejemplo.

Su deseo, sin embargo, de estudiar en la Escuela de Bellas Artes o Llotja de Barcelona, cuna de lo que es pictórico en nuestra tierra, se topó con la oposición de su padre, quien, como tantos otros progenitores de la época, creían poco en el futuro del oficio artístico, dicho más llanamente, ¡hacían un equivalente con el oficio femenino de prostituta! En resumen, aquel muchacho que no tenía ni quince años estudió publicidad en la Escuela Massana por las tardes trabajando por la mañana en el estudio de uno de los padres del cómic catalán: Josep Toutain, también padre del cómic español. Toutain era el director de la agencia de cómics Selecciones Ilustradas y de las editoriales Toutain Editor y socio de Catalan Communications. Empresas ubicadas en Barcelona. Toutain lo contrató, lo que supuso viajes diarios desde Masnou a la capital de Cataluña desde la adolescencia. Trabajo por la mañana y estudio de publicidad por las tardes en la Escuela Massana. Tanto el trayecto ferroviario como la experiencia de tener que espabilarse para comer solo en un restaurante de la capital le fueron una escuela insuperable, punto de vista que he vivido y que comparto totalmente. Mientras que en su Maresme vivía amistades de diferentes estratos sociales, en Barcelona era un barcelonés más, que trabajaba y estudiaba. Unas experiencias enriquecedoras, desde mi punto de vista.

Turning point o una inflexión vital

A pesar de la oposición paterna a la pintura profesional, Ribas reconoce que quien verdaderamente decidió, sin quererlo, tal vez, su destino pictórico o de artista plástico fue su madre. Más aún, su prematura muerte. En sus palabras, ese momento tan luctuoso y la constatación de que ella no había podido llevar a cabo lo que más codiciaba: -Viajar- él decidió a los veinticinco años dejar el trabajo bien remunerado que tenía en el estudio Toutain, y lanzarse a hacer simple o complicadamente de artista, que era lo que él quería.

Hay que decir que "el dueño", Josep Toutain, tras tentarlo con un aumento de sueldo, le hizo un buen "finiquito". Tan bueno que, presumiblemente, podía comenzar a volar como artista autónomo y, tal vez, incluso sobrevivir un par de años, pintando y yendo en busca de galerías donde exponer, como suele ser el caso en todo artista joven. Ribas ya era un hombre casado, porque, el amor aparte, financieramente se lo podía permitir.

Podríamos decir que su primer estudio fue una habitación que daba al patio de luces de un piso de Barcelona, concretamente en el Paseo Maragall, donde fue vecino del cantautor Raimon. Es fácil imaginar que era un espacio reducido y confiesa que pasó por una experiencia traumática: se "colocó" como un "drogata" hippy cualquiera. El caso sin embargo es que no fue ni con "maria" ni con "LSD", ¡sino con la esencia de trementina propia de un pintor! Con las piernas paralizadas, fue un vecino médico quien lo resolvió. ¡Por fortuna!

Pero la primera galería donde expuso no fue en Barcelona, sino en la playa de Calafell, el paraíso del poeta y editor Carlos Barral. Concretamente en la galería Xarxa. Le siguió, en Barcelona, a los 26 años la galería Época, de la calle Ganduxer. De todos modos, Ribas confiesa que necesita siempre no perder el olor de donde trabaja y no sé si llegó un momento que ya no sentía el olor de Barcelona para pintar, pero si sé que en el estudio barcelonés se dio cuenta de que ¡hablaba con la radio que tenía en marcha!

La casualidad o la Providencia divina actuaron. Unos conocidos en la boda de una pareja santcugatenca de adopción acabó resultando en un traslado de vivienda / estudio en el corazón del Vallès (occidental) que hubiera dicho Mercè Rodoreda caso de vivir (ella decía y creía que Romanyà de la selva era el corazón del Empordà). En cuanto al estudio, ya no había peligro de intoxicación. Había espacio y luz. Después, la inquietud que nunca abandona a Ribas, le hace llegar hasta Valencia donde tuvo un estudio en el barrio de Ruzafa y, presumiblemente, duró hasta que se acabó la percepción del olor de la tierra de Sorolla. Por otro lado, el señor Xifré Morros, marchand y director de la galería Grifé Escoda de Barcelona, le preparó una exposición en Mallorca que acabó resultando no con un estudio en esta isla, sino con dos. Uno tocando al palacio de Marivent, y el otro en el centro de la isla, en Santa María del Camí. En el caso mallorquín el olfato no tuvo nada que ver con la clausura de aquellos dos estudios, porque Ribas siempre siente tanto el olor de Mallorca que teme, incluso, que sea una cuestión genética.

Por otra parte, también fue Josep Toutain con quien siempre mantuvo una buena relación, quien lo llevó a Nueva York por primera vez, donde terminó viviendo y trabajando durante un tiempo. Invitado a exponer en la galería Wally Findlay decidió alquilar un estudio en el año 2000, cerca del MET (Metropolitan Museum) que visitó frecuentemente. Un detalle interesante: quería pintar en Nueva York los cuadros que ya tenía pintados mentalmente y que eran de gran formato. Fue un estudio que clausuró, seguramente como siempre, al dejar de percibir el olor de Nueva York. De todos modos, su relación con la Galería Findlay donde ha expuesto muchas veces y también en sus galerías de Palm Beach y California le han hecho un pintor no desconocido para los neoyorquinos.

Ya podemos imaginar que llegados a este recorrido de sus estudios y a una muy breve ruta de sus exposiciones, el hecho de no tener un marchand (nunca lo ha tenido) aparte de los Estados Unidos, Ribas ha participado en ferias y ha expuesto en todo el territorio de nuestro país y de los Países Catalanes, tanto en Valencia, como en la Ciudad de Mal, nombre que le da a la capital mallorquina un amigo mío. También en distintos puntos de España, de Europa, de Asia y de África.

De todas formas un punto de inflexión fue un estudio cerca de Vilajuïga, en el Parque Natural de Cap de Creus, ahora sí en el corazón de un cierto Empordà, el Alto, donde se instaló en solitario y donde se acostumbró al ruido de la naturaleza, al estruendo nocturno de la caída de una piña, por ejemplo. Así como cuando vació totalmente su primer estudio y resultó su actual estudio de la Floresta Pearson, uno de los distritos de Sant Cugat. Un estudio diseñado por su hijo arquitecto en que la idea inicial fue evolucionando hasta convertirse, también, en una casa. Fue lo de incorporar primeramente una cocina, luego un dormitorio y terminó siendo una casa más que habitable y un estudio donde conviven desde las telas de gran tamaño hasta los Colores del Monasterio (de Sant Cugat), una serie de obras de pequeño formato exhibidas y recogidas simultáneamente en un libro.

Espacio de libertad o segundo turning point

Hemos recorrido, aunque esquemáticamente, los estudios donde ha trabajado y a menudo vivido Ribas. Un artista que, de todos modos no creemos que haya sentido el anhelo de establecerse permanentemente en la Roma de los pintores del siglo dieciocho, donde deseaban vivir, o los del siglo veinte que codiciaron París, o quienes después han elegido como objetivo Nueva York o la California de David Hockney. No obstante, como Delacroix o Fortuny (muy admirados por Ribas), que no dudaron en trasladar su Roma a Marruecos, Ribas ha visitado tanto o más que ellos aquel país, que le ha supuesto una serie de pinturas más que notables. También, le ha dejado una especie de pesar por no haber establecido allí un estudio. De todos modos, su múltiple paso por aquellas tierras, siempre con primera parada en Tánger y siguiendo por Meknés, Fez, hasta llegar al Marrakech de Elias Canetti, también le ha procurado una experiencia de siglo veinte con repercusiones de ahora mismo.

Terminada la serie marroquí, digamos, y después de exponerla tanto en Cataluña como en Rabat y Madrid, Ribas quiso mostrarla en Nueva York en la época funesta de la guerra de Irak, no sin la reticencia de su galerista habitual. El galerista le advirtió que a la inauguración del primer día no tendría una asistencia numerosa, quizás tan sólo unas 10 personas, como fue el caso, y que, seguramente, la venta inicial sería miserable. De todos modos se celebró la inauguración con 10 personas y la venta de un par de obras! Hoy por hoy y desde hace tiempo, es una colección totalmente dispersa, eufemismo de vendida.

Pero hay que mirar atrás en el tiempo y fijarnos en la exposición que Ribas emprendió por iniciativa propia en el Hotel Meliá de Barcelona (Carretera de Sarrià) en el año noventa y cinco del siglo pasado. Una muestra con un buen número de obras de gran formato que la planta baja de aquel hotel podían ubicar. Entre los visitantes, la secretaria del periodista radiofónico Luis del Olmo, quien entusiasmada con la muestra le propuso dejarse entrevistar por el periodista en un tiempo en que era líder de audiencia. A lo largo de la conversación, Ribas se quejó del exorbitante porcentaje que cobraban las galerías por las ventas de obra de sus expositores. La reacción inmediata fue considerarlo persona non grata en todas las galerías del país que lo habían expuesto y de buen grado. Entonces Lluís Ribas dejó un espacio que ya tenía de forma permanente en el subsuelo de la primera galería Mar del Eixample barcelonés para abrir su propio Espacio.

Dudo que muchos artistas en la situación de Ribas en aquel tiempo no hubieran pensado en el dios salvaje de Yeats, pero Ribas abrió el que aún ahora conocemos como el Espai Lluís Ribas de Sant Cugat -que ya ha celebrado las bodas de plata- y que confraterniza con las galerías Findlay de Estados Unidos. Podríamos decir aquello de Mahoma y la montaña. Porque aquí, en Reus y en Ctesifon, como escribió Espriu, pintura, dibujo, fotografía con la firma Lluís Ribas es más que conocida y reconocida. Seguramente porque es un artista que piensa mucho antes de llevar a cabo una obra que, por otra parte, no abandona hasta que la considera terminada. Es decir, no la interrumpe. Un artista profesional capaz de teclear todas las técnicas pictóricas y que, también, puede pintar pisando, al igual que Susan Sontag, que viajaba sin ningún cuaderno para anotar ni ninguna cámara para grabar imágenes, pudo escribir uno de los ensayos básicos sobre la fotografía. Por otra parte, Ribas ha sabido ser un artista que, aparte de mirar, sabe admirar. Desde Rembrandt, pasando por Sorolla a Nonell y un largo etcétera, que en el caso de Alumà, artista inspirado y conocedor de casi todas las técnicas pictóricas, ha supuesto también una amistad fructífera y tan generosa como para hacer exclamar al veterano artista viendo el nuevo trabajo: volver al alma que se presenta en este libro: "Lluís, has dado el salto mortal y has caído de pie". Por parte de Ribas, Alumà no es tan sólo uno de sus maestros, sino un "Maestro".

Por último, en mi terreno, que es el literario, si bien tenía razón el mítico Dr. Johnson diciendo que creía en el "lector corriente" porque tenía más poesía en su apreciación que un lector profesional (una apreciación que la Virginia Woolf ensayista hizo suya), quiero pensar que también puede haber una "espectadora corriente", como yo misma, que puede hacer suya mucha obra ribasiana y, en especial, Volver al alma como es su, por ahora, última obra.

Marta Pessarrodona (Cruzde Sant Jordi, 1997 - PremioNacional de Literatura, 2010 - Premiode Honor de las Letras Catalanas, 2019)

Mira-sol Alto, Junio2021

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