Poblat Iber del Puig de la Nau

1. La cultura ibérica

16/10/2008

LA CULTURA IBÉRICA

El yacimiento arqueológico del Puig de la Nau fue un poblado que tuvo su origen durante los últimos momentos de la Edad del Bronce, aunque prácticamente todas las estructuras arquitectónicas que se pueden ver en la visita pertenecen a la Cultura Ibérica, una de las que en la Antigüedad se desarrollaron en la ribera del mar Mediterráneo. El ibero es un pueblo que conocemos además de por los restos arqueológicos, por lo que de él escribieron autores como Tito Livio, Polibio, Estrabon, Plinio, Frontino, Rufo Festo Avieno, etc., siendo la primera vez que se tienen datos escritos sobre pobladores de la península Ibérica.

Espacio y tiempo

La Cultura Ibérica tiene sus inicios en la primera mitad del siglo VI a.C., motivada por un desarrollo de los pueblos de la Edad del Bronce y del Hierro antiguo, así como por las aportaciones técnicas y culturales que recibieron de otros pueblos mediterráneos como es el caso de los fenicios, quienes desde el sur peninsular en donde se establecieron de forma permanente, y también desde la isla de Ibiza, crearon una red comercial con los iberos, a través de la cual no solo se intercambiaron ánforas con vino, aceite o salazones, u otros productos como las telas, sino que el contacto comercial fue un puente de intercambio de ideas sociales, económicas, técnicas y religiosas, que en cierta medida configuraron algunos aspectos de la Cultura Ibérica a lo largo de sus seis siglos de existencia. Los iberos ocuparon toda la segunda mitad del primer milenio antes de Cristo, pues en el siglo I a. C., y después de más de cien años de haber sido incorporados a la República Romana como provincia de la Hispania Citerior, esta cultura se romaniza completamente, incorporándose su economía, sus costumbres y forma de vida, al mundo romano. Tan solo, la presencia de algunas vasijas de estilo ibérico, así como algunos epígrafes, señalan la perduración en el siglo I d. C. de algunas costumbres y tradiciones provenientes de la Cultura Ibérica.

En la comarca del Baix Maestrat, yacimientos como el propio Puig de la Nau, Polpis de Santa Magdalena, els Castellets de la Jana, el Puig de la Misericordia de Vinaròs, se ocupan en el siglo VII a. C., tal y como indican las vasijas indígenas hechas a mano, e importaciones fenicias, principalmente ánforas. Se trata de asentamientos de escasa extensión situados en lugares estratégicos o junto a zonas de extracción de mineral de hierro. En algunas ocasiones se encuentran protegidos por una muralla realizada con piedra en seco.

La Cultura Ibérica se constata desde un primer momento, en pleno siglo VI a.C., en yacimientos como el Puig de la Nau, el Puig de la Misericordia de Vinaròs, els Barrancs de Peñiscola, o en las necrópolis de la Solivella en Alcalá de Chivert. En todos ellos se puede comprobar la influencia fenicia que recibieron a través del comercio. Del Ibérico pleno son ejemplos el Puig de la Nau, el Poaigs de Peñiscola, la Moleta del Remei en Alcanar, localizándose especialmente en el siglo V a.C., ya que durante los siglos IV y III a.C., hay muy pocas evidencias de la ocupación ibérica en la zona, tan solo se puede señalar la Moleta del Remei de Alcanar. En todos ellos a parte de los característicos materiales ibéricos se encuentran las cerámicas púnicas y griegas.

Hasta que la zona no entra a formar parte de la República Romana, después de la II Guerra Púnica, no vuelve a revitalizarse la población, asentamientos como el Puig de la Misericordia de Vinaròs, el Poaig de Peñiscola o la Tossa Alta de Benicarló-Cálig vuelven a ocuparse, y aparecen de nuevos como el Pouneriol de Cervera o la Curolla de Chert. Estos asentamientos tienen muy poca duración a lo largo del siglo II a.C., y algunos como la Curolla de Chert se adentra en el siglo I a.C. Más allá del primer cuarto de este primer siglo no existen ocupaciones ibéricas, por lo que debemos suponer que se ha cambiado el patrón de asentamiento y que la gente habita en las villae de tipo romano, o ha emigrado a grandes poblaciones, como sería el caso de Dertosa, Tarraco o Saguntum. La zona ya ha adoptado los hábitos romanos, ya sea obligada por el poder de Roma o por el propio desarrollo histórico que pasa entre otras cosas, por querer emular las costumbres y la forma de vida de las clases sociales altas romanas.

Durante estos quinientos años de existencia, la Cultura Ibérica no es una sociedad uniforme ni en el espacio ni en el tiempo. El desarrollo lógico de cualquier cultura marca una serie de etapas que los arqueólogos han denominado Ibérico antiguo, pleno y tardío, estando estos periodos en cierta medida condicionados por el entorno cultural del Mediterráneo, ya que los iberos forman parte del mosaico de pueblos que habitaron junto a este mar y encontraron en él la principal vía de contacto. Así, los iberos no se pueden separar de los fenicios ya mencionados, de los etruscos, griegos, púnicos e indudablemente de los romanos que fueron los únicos que llegaron con ánimo de conquista, y los incorporaron a lo que será el gran imperio de la Antigüedad, creado como no podía ser de otra manera, al entorno del mar Mediterráneo.

La Cultura Ibérica se desarrolla por toda la zona oriental de la península Ibérica, el valle del Guadalquivir y el sur de Francia. Este espacio geográfico los autores de la Antigüedad Clásica lo denominan Iberia, de allí el nombre de Iberos, y también el nombre de la península. Toda esta amplia zona geográfica presentará durante el desarrollo de la Cultura Ibérica una cierta unidad cultural señalada tanto por los materiales, como por la estructura social y económica. Indudablemente cada parte de esta región ibérica presentará unas características que les serán propias, por lo que el panorama formará un conglomerado, que aunque uniforme, se manifiesta a la vez muy variado.

La cultura material ibérica

Los autores clásicos nos dicen que los iberos se dividen en diversos pueblos o tribus, como los indecetes, los edetanos, los cesetanos, los contestanos, etc., formando grupos sociales políticamente independientes. La zona en la que se encuentra el Puig de la Nau pertenece a los Ilercavones, quienes parece que tenían su centro principal en el valle inferior del río Ebro, y que al menos durante el Ibérico tardío fue la ciudad de Hibera, que se situaba en la actual Tortosa, la Dertosa romana. El Puig de la Nau sería una población de segundo orden dentro de la estructura territorial de los ilercavones, de él dependería un territorio que se extendería por el llano litoral y en el que se encontraría un poblamiento disperso en el campo, e incluso pequeñas aldeas.

Entre el material que conforma el amplio y variado ajuar ibérico, el elemento principal que identifica más a la Cultura Ibérica es la cerámica. Los iberos son los primeros indígenas que por influencia fenicia usan el torno de alfarero, cuecen las vasijas en hornos cerrados y la decoran con pintura, normalmente de color rojo. Las formas de las vasijas durante el Ibérico antiguo son por una parte una perduración de las formas indígenas del Hierro antiguo, y por otra hay formas que se copian del repertorio fenicio. La decoración de esta primera etapa tiene una temática de carácter geométrico, realizada con la combinación de bandas, filetes y motivos circulares. Durante el Ibérico pleno al elenco de formas cerámicas se añaden algunas procedentes de la alfarería griega. Ya en los últimos dos siglos, la cerámica ibérica presenta una evolución que se ve sobre todo en la decoración, pues junto a la temática geométrica se suman formas vegetales que ofrecen un mayor ritmo a la decoración. En zonas como en las actuales provincias de Alicante, Valencia y en la comarca del Bajo Aragón se dan decoraciones antropomorfas y zoomorfas, una temática que en otras zonas ibéricas son esporádicas. Los alfareros ibéricos copian algunas formas de las vasijas de barniz negro de Italia, y destaca una vasija peculiar y típica de la Cultura Ibérica, el conocido cálatos, también denominado “sombrero de copa” por su semejanza formal. La cerámica se usó no solo para hacer vasijas tanto de almacenaje, transporte, mesa, preparación de alimentos, etc., si no incluso en otra amplia gama de sectores, como es el caso de la producción o el religioso, así hay toberas, soportes, embudos, fusayolas, pesas de telar, exvotos, etc., un amplio abanico de formas que son de gran ayuda para conocer el desarrollo de la iberización.

En los yacimientos ibéricos del Maestrat se puede ver en las primeras etapas ibéricas unas características de la cerámica que siguen la pauta general de la alfarería ibérica, pero en cambio no se encuentran durante el Ibérico tardío las decoraciones antropomorfas o zoomorfas, tan solo algún contado fragmento en el Puig de la Misericordia.

Otras de las características de la Cultura Ibérica, y un avance técnico más, es la metalurgia del hierro. Los iberos son los primeros, que también por influencia fenicia, utilizan utensilios y herramientas de hierro, lo cual permite alcanzar nuevos logros tanto en las producciones artesanales, como en las agrícolas al tener herramientas más perfeccionadas y de mayor resistencia que las de bronce, que en esta época queda tan solo para la elaboración de elementos diversos de indumentaria personal: hebillas, botones, collares, pulseras…, así como algún que otro objeto concreto de uso doméstico o ritual: vasijas, cazos, “asadores”, etc. Los elementos de bronce de la indumentaria es la única muestra de la vestimenta de los iberos que se conoce, aunque debido a las representaciones de personajes en las vasijas, así como a través de la escultura, hay datos de gran interés para conocer el tipo de indumentaria que usaban tanto la mujer como el hombre ibérico. También las fuentes escritas romanas ofrecen algunas descripciones de los vestidos y los peinados iberos. La túnica era la principal prenda de vestir, con pequeño faldellín para los hombres, y hasta los pies para las mujeres, siempre cogido por un cinturón con hebilla de bronce o damasquinada en plata. Para los momentos de más frío el manto cubría todo el cuerpo, incluso podía tener capucha. Tanto los mantos como las túnicas se recogían a la altura del hombro o se cerraban en el escote, con una aguja que se denomina fibula.

En la zona ilercavona existen elementos de la indumentaria y adornos personales muy peculiares, todos ellos realizados con bronce. Es el caso de las hebillas de cinturón que pueden tener entre uno y cuatro ganchos para sujetarse, los colgantes con figuras de paloma, jabalí o carnero, los cuales iban sujetos con cadenas de eslabones redondos de bronce y otros tipos de colgante de bronce, los brazaletes abiertos, así como botones de este mismo metal.

Un elemento de gran riqueza dentro de la Cultura Ibérica es la escultura, que se localiza en el sur y el sudeste, estando prácticamente ausente en la región valenciana, catalana y francesa. En el Maestrat las representaciones de bulto redondo se circunscriben a algunos hallazgos sueltos localizados en la Curolla, el Puig de la Misericordia y el Puig de la Nau, hechos con arcilla. También es prácticamente inexistente en la zona del Puig de la Nau, otro elemento que indica el alto nivel alcanzado por la Cultura Ibérica, la escritura. Hay una muestra sobre cerámica en el Puig de la Misericordia y otra en el Pouneriol. En Canet se localizaron tres lápidas funerarias realizadas en piedra. Las epigrafía funeraria sobre piedra es un elemento tardío dentro de la Cultura Ibérica, y siendo una influencia romana. La escritura en cambio ya aparece a finales del siglo V a. C., habiendo muestras sobre cerámica y láminas de plomo, siendo un semisilabario que toma los grafismos del alfabeto fenicio. Parece ser que la lengua con la que se escribe es un estándar, que tiene un fin primordialmente comercial, aunque también hay escritura de carácter religioso. Seguramente la lengua ibérica la podríamos dividir en variantes diferentes, pues no parece que hubiese una para todos los iberos. Desgraciadamente el no poder traducir los escritos, aunque si transcribirlos, ya que tan solo conocemos los valores fonéticos de los grafismo, resulta difícil estudiar y valorar adecuadamente la escritura y la lengua de los iberos.

Ciudades, pueblos y aldeas

Todos estos materiales mencionados se encuentran en yacimientos arqueológicos de diferente tipo. Así, existen asentamientos de gran extensión, las grandes ciudades ibéricas, que se localizan sobre todo en el sur, u que pueden alcanzar hasta cuarenta hectáreas. Estas grandes poblaciones, que serían cabeza de un territorio, como las de menor rango jerárquico, se encuentran generalmente sobre las cimas de las colinas, y además están defendidas por murallas y torres. El interior se organiza en barrios formados por edificios de diferente funcionalidad. Las construcciones son de planta rectangular y se construyen con mampostería, adobes y barro a modo de tapial. Dentro de los asentamientos ibéricos hay también casas rurales situadas en las colinas o en el llano, así como las torres de vigilancia y defensa del territorio. En el llano se ubican también asentamientos con funcionalidad productiva, es el caso de las metalurgias, y los alfares. Serían pequeños talleres alejados de las poblaciones pero cercanos a las materias primas del producto que elaboraban. Los cementerios son también el otro tipo de yacimiento arqueológico ibérico en llano.

En la zona del Puig de la Nau los yacimientos ibéricos son variados, pues hay poblaciones, torres, necrópolis y áreas de producción. Las poblaciones están protegidas por murallas y se encuentran tanto en la cima de las colinas como en la ladera, y también en el llano, sería el caso de la Picossa de Cálig, el Puig de la Nau de Benicarló y el Poaig de Peñiscola. Se trata de poblaciones que no alcanzan la hectárea de extensión, por lo que seguramente en ellas vivirían tan solo algunos estamentos sociales muy concretos, los más relacionados con la aristocracia que gobernaba el territorio. Se ha excavado también una torre, el Perengil de Vinaròs, situada en la cima de una pequeña colina en el centro del llano litoral. La torre cronológicamente la podemos situar a finales del siglo III a.C., por lo tanto, posiblemente estaría relacionada con las actuaciones de la II Guerra Púnica, no hay que olvidar que por esta zona acampó el ejercito púnico, y en el mar tuvo lugar la famosa batalla de las Bocas del Ebro entre Escipión y Asdrúbal, que permitió el avance romano hacia el sur. También se han localizado los restos de una alfarería en el Mas d’Aragó de Cervera, un centro de producción que tendrá su continuidad en época romana. Dentro de los asentamientos relacionados con la agricultura, se podría mencionar la casa fortificada del Puig de la Misericordia, siglo II a.C., y seguramente habrían casas de campo dispersas por el territorio, aunque debido a que serían construcciones con estructuras arquitectónicas no muy fuertes, y debido a su situación en las zonas agrícolas, fuertemente transformadas, no han llegado hasta nosotros. Tal vez, las abundantes evidencias de pequeños espacios con algunas cerámicas ibéricas en el corredor de Alcalá de Chivert, estén denunciando este tipo de asentamiento. Por último, quedaría mencionar la existencia de necrópolis, relativamente abundantes en los dos primeros siglos de la Cultura Ibérica, y que desaparecen a partir del siglo IV a.C. Es el caso de la necrópolis de la Solivella de Alcalá de Chivert, así como hallazgos de urnas aisladas en el corredor de esta población. Más al interior está la necrópolis del Mas Nou de Bernabé en Tirig, y el propio cementerio del Puig de la Nau. Dentro de la zona ilercavona y más cercanas al río Ebro, se pueden mencionar las necrópolis de Miames en Santa Bárbara, la Oriola de Amposta y el Mas de Mussols en la Aldea.

Religión, sociedad y economía

La Cultura Ibérica empezó a identificarse correctamente durante la segunda mitad del siglo XIX, aunque los grandes progresos sobre su conocimiento se dan en los últimos treinta años, en los que gracias a nuevos planteamientos metodológicos dentro de la Arqueología, y nuevos enfoques en la investigación, se puede conocer con más seguridad aspectos que en otros tiempos resultaban difíciles de estudiar, es el caso por ejemplo de la interpretación iconográfica y de la religión. Los iberos tenían santuarios ya sean construidos dentro o fuera de las poblaciones, y también lugares sagrados naturales, como es el caso de algunas cuevas y fuentes. Parece ser que en ellos se invocaba a los dioses, de los que desconocemos sus nombres y forma de representarlos, pidiendo fecundidad y salud tanto para las personas como para el ganado y las cosechas. En los santuarios se depositaban exvotos que son pequeñas estatuillas de bronce representando animales, personas, o partes del cuerpo. También se harían otro tipo de ofrendas, como las de alimento y las libaciones. En las poblaciones existen también algunos rituales, como es el caso de las ofrendas de animales o los enterramientos o depósitos de niños recién nacidos en los pavimentos de las casas. Hay así mismo, depósitos de elementos suntuarios que se dedicarían a los dioses pidiendo la protección de alguna construcción o lo que en ella se contenía o realizaba.

La existencia de un complejo ritual para los enterramientos denuncia las fuertes creencias que los iberos tenían sobre el más allá. Desde la propia muerte, la cremación de los cuerpos, y el depósito de los restos en las necrópolis, todo el proceso funerario presenta un seguido de ritos que permitirán que el muerto continuara su eterno viaje, y que los dioses le sean propicios en su nueva vida.

Todo lo que se ha ido exponiendo de los iberos es una muestra de la complejidad social y económica que este pueblo de la Antigüedad había adquirido. Las bases económicas permitirán un desarrollo basado especialmente en la comercialización de los excedentes y su control por las elites sociales.

La gran riqueza económica era indudablemente la agropecuaria, el cultivo de los cereales es el más abundante desde el primer momento, pero también se conoce el del olivo o la vid. La ganadería ovina, bovina y porcina, será otro pilar de esta economía basada en los productos de primera necesidad. La ganadería y la agricultura dejaban con los iberos, de ser un producto solo para la subsistencia para considerarse una mercancía de intercambio, y ello era gracias a la aplicación de las nuevas técnicas agrícolas que se podían realizar gracias a las herramientas de hierro y a las yuntas de los arados tirados por bueyes, lo que permitía obtener excedentes. En algunas zonas, como es el caso del Alto Guadalquivir, o el sudeste peninsular, la minería jugó un importante papel en la economía ibérica. También se cita en las fuentes escritas la producción de telas como es el caso del lino o los paños para hacer túnicas y mantos. Estos productos hacían posible la existencia de un comercio tanto interior como exterior, el cual representaría una base de gran importancia para la economía ibérica, y permitiría la acumulación de riquezas en manos de las personas que controlaban el mercado con los fenicios, griegos, púnicos o romanos, y con los propios iberos. El comercio llevaría en el siglo IV a.C. y sobre todo a partir del III a.C., y por imitación con otros pueblos mediterráneos, fenicios y griegos, a la acuñación de moneda, ya sea de plata o bronce.

La economía llevó consigo al surgimiento de una sociedad compleja, completamente jerarquizada, en donde en la cima de la pirámide se encontraban los príncipes, regulos o caudillos, nombres con los que los autores de la época llaman a los cabecillas de las diferentes tribus, pueblos o ciudades. Estos dirigentes pertenecerían a una estirpe cuyo antepasado común fue heroizado, y sus descendientes acumularon el poder político y religioso de un grupo social, que tendrían generalmente bajo su poder un territorio con diversas poblaciones. En los siglos V y IV a.C. ya hay unos estamentos aristocráticos de carácter militar y ecuestre, que formarían la clientela del mandatario principal.

A partir de la aparición de los templos, especialmente en el siglo IV a.C., seguramente surgiría también un estamento sacerdotal para la dirección de la vida espiritual y los ritos de los iberos. Los artesanos, agricultores y ganaderos, que serían personas libres, y posiblemente con propiedades, formarían el grueso de la sociedad ibérica.

Hasta la II Guerra Púnica no se mencionan esclavos, e incluso en ese momento se cita la esclavización de los vencidos, pero no se indica que se vendiesen a otros iberos, podrían llevarse a mercados esclavistas del exterior. No obstante, en todas las sociedades de la Antigüedad de la que tenemos datos escritos vemos que hay esclavos, por lo que es de suponer que también existirían dentro de la sociedad ibérica. Los bandoleros y asaltantes de caminos que citan las fuentes escritas conformarían el estamento social ibérico más bajo.

Como se puede apreciar por las diversas representaciones la mujer tenía una importancia social, ya sea dentro de la religión o de la política, en este último caso, como continuadora, cohesionadora y garante de la familia. Acuerdos entre diferentes políticos y uniones de pueblos se realizarían mediante el matrimonio, como se ve en los casamientos celebrados durante la II Guerra Púnica entre la familia Barca y la smujeres de la aristocracia local. La estatuaria y la decoración vascular permiten entrever cierta igualdad entre hombre y mujer, pero los caudillos siempre son hombres.

Aunque se conocen los poderes personales, las fuentes escritas también mencionan gobiernos compartidos, como es el caso de un senado, un grupo de personas notables de la población que formarían el estamento político dirigente que se iría renovando de forma periódica, es le caso de la población de Sagunto, por lo menos en los siglos III y II a.C.

Arqueológicamente esta diversificación social queda demostrada sobre todo, por la gran variedad de riqueza que presentan las tumbas ibéricas, pues van desde sepulturas de gran complejidad con un ajuar muy rico, hasta tumbas sencillas con ajuares que se limitan a la mínima expresión, si es que los tienen, ello sin contar que según parece, en los cementerios que se han localizado hasta ahora no se enterrarían todos los habitantes de un pueblo, hay un estamento o unos estamentos sociales que no quedan reflejados en los registros arqueológicos de las necrópolis, por tanto, hay que suponer que reciben una sepultura completamente diferente. Algunas de las edificaciones que presentan unas características singulares en cuanto a riqueza constructiva, pueden indudablemente corresponder a las viviendas de los dirigentes de las diferentes localidades.

(El Puig de la Nau – Benicarló- Visita d'un jaciment. Arturo Oliver Foix)