Poblat Iber del Puig de la Nau

4.Los hallazgos, evidencias de la vida de un pueblo

16/10/2008

LOS HALLAZGOS: EVIDENCIAS DE LA VIDA DE UN PUEBLO

Los más de veinticinco años de trabajos arqueológicos en el yacimiento, han aportado un interesante conjunto de materiales que permiten acercarse al tipo de vida que existía en esta población hace más de dos milenios Se puede dilucidar la estructura social, conocer algunos de los ritos religiosos y civiles, y averiguar las diferentes actividades de la economía que permitió la existencia durante varios siglos de una población en la ladera de la colina.

Paisaje y explotación

El Puig de la Nau se encontraba enclavado prácticamente en la misma orografía actual que vemos en el llano litoral, tan solo destacaríamos cierta variación de la línea de costa en los extremos, junto a la sierra del Montsià y la de Irta, en donde el mar bañaría sus laderas. En cuanto al paisaje, indudablemente, el cambio ha sido muy significativo, pues el poblado ibérico se encontraba rodeado de un campo cultivado con gramíneas sobre todo, es el caso del trigo, la cebada, el mijo, algún árbol frutal que no se puede especificar, y el olivo. Se ha localizado también una semilla de uva, lo que indica la presencia de la viña, aunque seguramente en poca cantidad. Los podones y la reja de arado encontrados en las excavaciones son las únicas muestras de las herramientas usadas para la agricultura. Menos extensión ocupaban las huertas, que se centrarían junto a los barrancos actuales o alguna fuente actualmente desaparecida. También en el sudoeste del poblado, cerca de la localidad de Cálig había una zona lagunar. Estos puntos además permitían la existencia de una vegetación hidrófila, así como pequeños bosques de ribera. Más alejado del poblado, especialmente en las sierras que rodean el llano se localizaban los bosques de pinos y encinas en donde se refugiaba el gato montés, el tejón, el lince, la cabra y también en las montañas anidaba el águila. Entre los campos de cultivo mencionados, crecerían pequeños bosques de pinos y encinas en donde habitarían aprovechando la cercanía de los campos, la perdiz, la liebre, la paloma torcaz, la urraca, el mirlo, el zorro así como el ciervo. La caza de algunos de estos animales completaban la dieta alimenticia de los iberos del Puig de la Nau, basada sobre todo en la ingesta de vegetales. En los campos de barbecho y en las zonas de pastos se situarían los rebaños de ovejas y las piaras, base de la economía del poblado juntamente con la agricultura. La situación junto al mar permitía además una explotación de los recursos marinos a través de la pesca, al menos con anzuelo, y tal vez también con red. El marisqueo prácticamente no existía, se limitaba a la recolección de conchas en las playas para la decoración de las casas.

Comercio y comunicación

La ubicación costera del poblado, su situación junto a caminos que permitían una fácil comunicación tanto norte sur como este oeste, y los excedentes agrícolas y ganaderos, hizo de él un centro de actividad comercial importante, ya que aquí llegaron productos del sur de Francia, como indican las ánforas masaliotas que transportaban el apreciado vino de esa zona. También llegaron las vasijas de lujo que procedían de los alrededores de Atenas. De puntos más cercanos venían las salazones y aceites de la actual Andalucía, así como el vino de la isla de Ibiza. Por tanto, en el poblado convergía el mercado púnico y el griego. Para las necesidades más habituales existía el comercio regional, pues los mercaderes mediterráneos tan solo traían productos de lujo. Las vasijas cerámicas podían llegar del vecino alfar del Mas d’Aragó de Cervera, incluso las piedras de granito venían de los alrededores de Tarragona, un trasiego de mercancías que facilitaba la adquisición de elementos para la indumentaria, como es el caso de las piezas de bronce, hebillas de los cinturones, fibulas para sujetar los mantos, anillos, colgantes, collares, e incluso otros elementos de plata y oro como sellos, arracadas, colgantes y brazaletes.

Sociedad y trabajo

El comercio mediterráneo se encontraba controlado por los componentes de la jerarquía social del poblado, cuya cabeza vivía en una casa situada junto a la entrada de la población. En el poblado vivirían los personajes más importantes de esta sociedad ibérica, completamente jerarquizada con un estamento aristocrático de carácter militar en la parte alta de la pirámide social. Los encargados del culto religioso también habitarían en el poblado. Agricultores, pastores y otros estamentos sociales de más bajo nivel social, vivirían en casas desimanadas por el campo, junto a las tierras de producción agrícola, acudirían a la población para resolver problemas comunitarios, tratar con los dirigentes, o refugiarse en caso de algún tipo de amenaza externa.

Dentro de la estructuración social prácticamente no están reflejados los artesanos, algunas muestras de escoria de hierro o de bronce denuncian la existencia de escasa actividad metalúrgica, pero hay pocos restos para hablar de unas personas dedicadas a esta tarea a tiempo completo. Seguramente las evidencias relacionadas con la metalurgia son muestras de apaños de algunas piezas de carácter doméstico, o la confección de elementos para uso de la misma persona que realiza la pieza. Otros elementos de carácter productivo artesanal serían las fusayolas y los contrapesos de telar. Las primeras servían para que el uso con el que se obtenía el hilo de lana o lino pudiese rotar fácilmente. Los contrapesos del telar tenían la función de mantener tensas las urdimbres en el telar vertical típico de la Cultura Ibérica. Estas producciones de carácter textil las realizarían las mujeres de la familia, por tanto sería un trabajo de carácter doméstico. Las telas de mayor lujo como las teñidas con púrpura provendrían del comercio mediterráneo y serían compradas para la indumentaria de los aristócratas. Dentro del territorio ilercavón, al que pertenece el Puig de la Nau, y concretamente en el poblado del Coll del Moro de Gandesa, se localizó un taller de tejidos de lino, el cual por su capacidad de producción podría vender las telas allí confeccionadas al menos a través de un mercado regional, y dentro de él entraría como potenciales compradores los estamentos sociales nobles del Puig de la Nau.

Los diferentes trabajos que se realizarían y a tenor de la poca luz que habría dentro de los edificios, es de suponer que se llevarían a cabo en la calle, a plena luz del día, siendo este espacio público como una prolongación de la vivienda, en ella trabajarían los artesanos, tejerían las mujeres, prepararían el fuego para el hogar, e incluso la comida, en la cual las gramíneas era la base principal, por lo que se necesitaba moler el grano, ya sea mediante molinos de vaivén o redondos. Estas actividades o parte de ellas, ha sido frecuente en nuestros pueblos que se realizasen en la calle, depositando las materias primas y abriendo las puertas de los talleres, el espacio de en frente de él quedaba prácticamente dentro de la zona de trabajo del artesano. También es posible que parte de los trabajos se realizasen a la luz del día pero en las azoteas, ya que estas ofrecerían la misma o más luz que había en la calle, e incluso sería un espacio más amplio que el vial.

Ritos y creencias

A través del registro arqueológico se puede conocer algunos aspectos más complejos de la sociedad ibérica, es el caso de los diferentes ritos de carácter religioso o civil que se realizaban por los habitantes de este poblado. Así, se pueden mencionar los varios restos de recién nacido localizados en los pavimentos de las casas y también en la muralla, tanto como enterramientos primarios como secundarios, es decir enterramientos realizados inmediatamente después de la muerte del recién nacido, o como depósito de huesos de niños. También con unas características similares se encuentran depósitos de animales. Esta semejanza ritual nos lleva a pensar que los huesos de niños o de animales son sustitución del cuerpo de un niño recién muerto, y por tanto, cabría la posibilidad de que inicialmente se tratase de sacrificios propiciatorios, y que los huesos de niños ya muertos y los de animales, sustituyeran al sacrificio del niño para la realización del rito propiciatorio y de protección del edificio en donde se encontraba enterrado. Otro elemento localizado en el yacimiento y que suscita gran interés, son los restos de personas adultas que estaban en las calles. Estos restos se encuentran en los niveles de derrumbe, por lo que se puede suponer que estarían colgados en las paredes, a modo de exposición pública. Esta exposición pública de cuerpos humanos o de sus partes está documentada tanto a través de las fuentes escritas como por la arqueología. La exposición servía para anunciar los enemigos abatidos a cualquier persona que pasaba por delante, y con ello acrecentar el prestigio de quien había realizado la hazaña. Otro depósito ritual para protección de bienes muebles e inmuebles, es la ocultación del tesorillo compuesto por una moneda de plata ampuritana, dos pares de pendientes de oro, un colgante de este mismo metal y un brazalete de plata.

Aunque de forma casual, y destruida por la transformación agrícola prácticamente en su totalidad, al pie de la colina, en su parte sur, se localizó la necrópolis del poblado. Se trata como es normal en la Cultura Ibérica, de una necrópolis de cremación. Desde hacia tres siglos aproximadamente, los enterramientos de inhumación en cueva propios de la Edad del Bronce, fueron sustituidos por la cremación del cuerpo en una pira y los restos quemados recogidos en una urna cerámica y depositados en un campo abierto, sin ninguna señala exterior aparente, por lo menos que haya llegado hasta nuestros días. Junto a la urna, o dentro de ellas se depositaba el ajuar formado por la indumentaria que no se había quemado, como es lógico la metálica, así hay hebillas y fibulas, por ejemplo. También se enterraban las armas, lanzas y espadas del finado, lo que nos indicaba su pertenencia a la aristocracia militar. La necrópolis se situaba junto al camino de acceso a la población.

(El Puig de la Nau – Benicarló- Visita d'un jaciment. Arturo Oliver Foix)